El gobierno brasileño empleó a reos y obreros que eran explotados en tareas agrícolas para avanzar en los preparativos de la próxima Copa del Mundo. Los contratados aseguran que la medida les "da dignidad"
Crédito foto: Reuters
No fue una decisión difícil para Chiquinho, un ladrón de bancos convicto: pasar el día en su celda o ganar dinero trabajando al sol, ayudando a construir un estadio para el Mundial de Fútbol de 2014.
Nivaldo Inacio da Silva, quien estaba siendo explotado en un trabajo en el que se lo trataba casi como esclavo, tuvo una decisión igualmente fácil: recoger algodón por dos dólares al día o ganar ocho veces más como albañil en otro estadio de la Copa del Mundo.
Los dos están aprovechando la oportunidad de trabajar en los preparativos para el torneo.
Silva y Chiquinho, cuyo nombre es Francisco das Chagas Queiroz, son algunos de los beneficiados por la celebración de la Copa del Mundo al recibir oportunidades laborales con las que no contaban.
Son parte de programas para ayudar a quienes no tienen perspectivas en el mercado laboral, aprovechando las oportunidades que abre la cita deportiva.
"Esto es lo mejor que me sucedió", dijo Chiquinho, de 52 años, en una entrevista telefónica con The Associated Press. "Este tipo de trabajo nos da dignidad, algo para el futuro. Si hago un buen trabajo aquí, quizás la compañía quiera emplearme cuando salga en libertad", manifestó.
Lleva en prisión varios años, desde la década de 1980, tras ser condenado por robo de bancos en el estado de Minas Gerais. Tendrá derecho a libertad bajo palabra este año, en parte porque su sentencia fue reducida gradualmente gracias a su trabajo en la renovación del estadio Minerao en Belo Horizonte.
Chiquinho es supervisor de limpieza donde otra veintena de presos están trabajando. Además de colocarlos en la fuerza laboral, el programa del Consejo Nacional de Justicia ofrece capacitación para facilitar su acceso al mercado laboral una vez que salgan de la prisión.
El plan ya ayudó a 2.200 reos en el país y actualmente 59 trabajan en algunos de los 12 estadios de la Copa.
Él y los otros prisioneros se levantan a las cuatro de la mañana todos los días de la semana para un viaje de dos horas desde su penal hasta el Mineirao y trabajan hasta tarde antes de regresar. Pero no se quejan.
"Nuestra vida está mejorado gracias a esta oportunidad", dijo Chiquinho, que anteriormente trabajaba dentro de la prisión y que actualmente incluso es autorizado a estudiar en la universidad. "Voy a poder decir que fui parte de esta Copa del Mundo, voy a enorgullecerme de ello. Esto va a ser parte de la historia", afirmó emocionado.
A unos 1.600 kilómetros, en la ciudad occidental de Cuiaba, Silva tiene una oportunidad similar.
Trabajaba en una granja de algodón bajo condiciones que el Gobierno describe como de esclavitud. Muchas veces tuvo que dormir en el campo, no tenía acceso a baños ni a agua limpia y recibió comida sólo esporádicamente. Tenía que recoger algodón y limpiar campos por dos días antes de recibir paga.
Pero cuando Silva y una decena de trabajadores fueron rescatados de la granja -luego de que uno de ellos se escapara y alertara a las autoridades-, fueron enrolados inmediatamente en un programa creado por el Ministerio de Trabajo en el estado de Mato Grosso que capacitó a esos trabajadores para encontrar empleos en la región.
Tuvo, entonces, la oportunidad de trabajar en la construcción del estadio Arena Pantanal, que será sede de cuatro partidos del mundial.
"Hablamos con el consorcio de compañías que construyen el estadio y lo convencimos de que podían emplear a esos trabajadores una vez que fuesen entrenados apropiadamente", explicó Valdiney Arruda, que está a cargo del programa. "Ellos sabían que era una buena oportunidad y abrieron puestos para los trabajadores. Estos estudiaron y ahora tienen albergue y comen bien gracias a ello".
Silva, de 44 años, es uno de 25 individuos que trabajaban en condiciones de esclavitud empleados por el Arena Pantanal. Comenzó como ayudante de albañil, ganando más dinero que lo que hizo previamente en su vida, y se está preparando para encontrar una mejor posición en el futuro cercano.
"Mi vida es completamente diferente", expresó a la AP. "Mucho cambió. Ahora gano buen dinero, estoy contento. Estoy ayudando a construir uno de esos estadios y con suerte podré un día mostrárselo a mis hijos", contó.
Las compañías que emplean a los ex esclavos dicen que fue una decisión fácil aceptar a esos trabajadores porque el sector de la construcción civil está teniendo problemas para atraer mano de obra.
"Gracias a este programa, ellos van a poder seguir trabajando en la construcción civil en el futuro", dijo Simone Ponce, vocero del consorcio Santa Barbara y Mendes Junior. "El legado social va a ser tremendo", aseguró.
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